En realidad las veo caminando en mi cabeza.
O sea, están ahi.
Son clones de vos.
Se amontonan, pero me dan esa sensación de que si los miro se me pudren los ojos.
Es ese efecto tan particular... como cuando confundís el ruido del viento con lluvia.
Dos procesos no tan ajenos el uno al otro.
Me gustaría que imagines el viento llevando agua de un río hasta tu cara... bueno, puede ser un lago.
El fin es común con la tormenta, mojarte, pero no parece afectarte el hecho de no saber por qué estás ahi, por qué te mojás y cómo vas a volver a casa... o quizás ya lo hiciste y esa ventana está abierta.
Después tenés el síndrome de la puerta cerrada... cada vez que te acercás a una puerta con las luces apagadas sabés que del otro lado hay algo... quién construiría una puerta que conduzca a ningún lugar? Mucha gente.
Vivo haciéndolo y vos también, pero no usamos las mismas palabras. ni puertas.
No puedo apreciarte como me gustaría.
Es más, quizás mañana me levante y no estés, o estás ahi, y mis ojos están tan putrefactos que no puedo verte.
Me da miedo y me inspira a ver, por eso siempre le tuve temor a quedarme ciego.
Me gusta ver.
Me gusta no verme.
Me gusta ver que no me veo y no verme cuando vos estás.
Me gusta verte.
No lamento el fin.
Lamento haberte conocido antes de que decidieras irte.
Por lo menos no me hubiese ilusionado con el hecho de que nunca podrías...
Vuelvo a escribir; pensandolo bien, me gusta más no verte ahora.
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