Esa angustia moderada de no saber dónde estaban las llaves minutos antes de llegar a la puerta se me hace un recuerdo jodídamente distante.
¿Van tres meses?, no... Creo que seis, sí, es probable que ya hayan pasado seis meses desde la última vez que decidí dejar mi aposento.
Ahora los días se parecen, bah, no se parecen; me atrevería a decir que son iguales.
La misma rutina del no hacer y hacer.
Tengo sobreentendido el hecho de que ya no puedo seguir así.
Me miran, me critican a mis espaldas, pero ya dejaron de apuntar a la guerra psicológica.
Sienten impotencia por mi impotencia.
Van días y días en los que ya olvidé lo que es asearme.
Mi barba creció de un día para el otro, y esta habitación... cualquier Inspector de sanidad la clausuraría.
¿Trabajo? Renuncié hace demasiado.
Decir que todo es oscuro y gris sería muy cliché de mi parte y, la verdad, preferiría mantener eso a un mínimo.
Digamos que la ausencia de ventanas ayudan a que uno pierda la noción del tiempo, como en los supermercados.
De un vistazo diviso una carta sobre mi escritorio: "28 de agosto..."; ¿Y hoy es?
Increíble o no, no fueron seis meses... ya hace más de un año que estoy en este entierro voluntario.
Perdí la fe en las cosas que debería hacer, pero "la gente" ya no me lo recrimina.
Debo haber aumentado bastante de peso.
Me duelen las muelas, puede tener que ver con esto.
¿Por qué me dejé abandonar? ¿Por qué me dejaron abandonarme?
Es tan humano... tan humano echarle la culpa a alguien más por nuestros propios errores.
Ahora, descanso.
Y me resulta contradictoria la palabra descansar; no estoy "cansado", no hice nada durante mucho tiempo pero aún así siento que necesito pernoctar.
A la mañana siguiente, la que dio mi origen me encontró tirado con las manos llenas de sangre en el piso del cuarto de baño.
-"Increíble" dijo ella.
Debo admitir que la expresión en su cara al verme fue de sorpresa.
Me había afeitado completamente la cabeza.
[Fin de la parte 1]
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