8 jun 2010

La del libro azul

Uno veinticinco, la cortesía de un gracias estaba a un precio fuera de mi alcance.
Volvía cansado y era uno de esos momentos donde uno sabía que se encontraba en el ojo de la tormenta.
Estiré mis molidos apéndices de carne llamados pies sobre el piso frente al último asiento del lado izquierdo.
Ahora, sin más, procedía a escuchar algunas melodías para hacer más llevadero el viaje, como acostumbraba desde hacía un tiempo en ese trayecto complicado pero preciso hacia mi hogar.
Ya que mi mente no se contentaba con sólo repetir para sí esas intrincadas canciones de rock británico, que ya para este momento se había memorizado, decidí echar un vistazo a lo que siempre me levantaba un poco el ánimo: ver.
Desde chico siempre me gustó observar el mundo que me rodea y de vez en cuando intentar reproducirlo de la misma manera en la que lo veo.
Hasta donde conozco acerca de mí mismo, podría decir que mi mayor temor es el de quedar ciego.
Y es que hay tantas cosas para contemplar, tantas cosas para apreciar.
Aún no olvido la primera vez que vi la cara de mi pequeño hermano, ese tipo de pureza que, a mi parecer, vamos perdiendo mientras crecemos; cuando aprendemos a mentir y a odiar lo que sea que no nos cause placer; o sea, apenas aprendemos a hablar.
En fin; al tiempo que razono acerca de esto, un especímen humano se sienta a mi lado.
Horrorizado como un soldado por un campo minado, voy dando pequeños vistazos hacia su figura.
No es demasiado atractiva; es solo una mujer con una blonda cabellera, probablemente en sus cuarenta y tantos y por la forma en la que se suspenden sus pechos me hace dudar acerca de si no tuvo hijos o si tan sólo el corpiño “push-up” que usa es muy bueno.
“Cosas de mujeres” pensé.
Es una fémina que no te hubiera llamado la atención en el hipotético caso de entrar a una habitación sin acompañantes. Ningún hombre centrado en ella le hubiese visto algo especial.
Sin embargo… en éste momento no hay nada más en qué ocupar mi mente.
Nada de cuestiones filosóficas baratas, rock británico o la muchedumbre de gente que llenó al colectivo en el que viajo en los escasos pero infinitos quince minutos que pasé observándola.
Y no se me ocurre nada, no hay una sola frase con la cual entablar conversación; ¿Clima? ¿Hora? ¿Para qué mierda me sirve preguntarle algo de eso?
Echo otro vistazo. El presente me sonríe, no hay anillo y veo en la parte superior de su muñeca una gran cicatriz. ¿Qué carajos pasa? Aún con un defecto de esa magnitud ella se ve irresistible.
¿Cómo mierda alguien tan perfeccionista y amante de la simetría como yo puede enamorarse de semejante monstruosidad? Vuelvo a mirar y… PUTA MADRE, su muñeca pareciera estar hecha con el único fin de que esa cicatriz encaje. Esto no tiene sentido.
La música que sale de mis auriculares y me parecía tan apetecible unos míseros minutos atras ahora es un ruido ensordecedor; me doy por vencido y acallo las voces.
No puedo seguir con esto.
Decido enfocar toda mi atención en ella en el momento en el que la veo sacar un libro azul y comenzar a leerlo desde una página no marcada por el separador.
Ella termina de leer dos hojas y salta hacia páginas aleatorias. Hace esto repetidas veces con páginas que a simple vista no tienen relación directa con lo que acaba de leer pero para ella todo tiene sentido, lo puedo deducir por sus cansados ojos, vidriosos.
¿Habría estado llorando antes de subir?
De pronto, sin previo aviso, la veo esbozar una sonrisa.
Dientes amarillentos pero cuidados; seguramente fumó en alguna época ajetreada de su vida, pero en su ropa no siento el aroma característico de la nicotina así que probablemente hacía tiempo que lo había dejado.
Me arriesgo incluso a decir que era constante en su higiene dental para intentar subsanar lo que el vicio le había causado.
El ex-hábito de fumadora también se reflejaba en sus manos, cada uña más corta que la otra pero pintadas con delicadeza, dedos que no parecían ásperos y estaba un tanto pasada de peso lo cual de alguna forma u otra lograba hacer su figura más agradable a los ojos y esto anterior probablemente indicaba un trabajo sedentario.
Su amable gesto de felicidad forzada no iba dirigido para mí, obviamente, sino para un hombre mayor vestido en un traje gris y bastante mayor que ella como para que fuese de su interés.
No; lo reafirmo: no lo es.
Su “Hola” fue con un tono de voz parecido al de esas personas que se conocen pero todavía no tienen una confianza suficiente como para saludarse como uno lo hace con un amigo.
Probablemente un compañero de trabajo, un abogado o un doctor, las posibilidades son infinitas.
Volviendo a mi preciosa, mi amor a primera vista desde hace ya unos veinticinco minutos.
Ya me olvidé de cuándo tenía que bajar, aunque estoy seguro de que todavía falta.
En este momento no pienso en mi novia, en mis amigos ni en mi familia; en qué sucedería si, por una de esas vueltas de la vida, me vieran en este estado; atraído a una mujer al menos veinte años mayor que yo.
Tan frágil en mi único espacio de completa libertad; donde puedo soñar que estamos juntos. Tan iluso un servidor y tan… ella tan… no había forma de describirla.
De repente y sin soportarlo más, la miré directamente a los ojos y pronuncié palabras que no parecían ser mías, me sentí poseído por mi propio ello al gritarle barbaridades como “¡¡Dejá de ser tan caóticamente perfecta!!. ¡¡Te prohíbo que sigas siendo una estúpida y elaborada pantomima de un ser perfecto que no lo es!! Estoy feliz con mi patética existencia como para que lo arruines con tu imperfección perfecta y por sobre todo, por sobre todo te burles de mi ignorante y burdo sentido de la belleza porque, veo que no te esfuerzas por ser hermosa en lo más mínimo y sigues resultando un ser divino.
¡Te odio! Y no; no voy a acostarme con vos.

… Obviamente, no dije nada de eso.
Me bajé en mi parada justa.
Ella bajó atras de mí.
Tomamos calles diferentes al cruzar y sabiendo que no la volvería a ver, me encaminé hacia mi casa.
Feliz de haber dejado la perfección a centímetros de mi persona y no haber intentado siquiera alcanzarla.

2 comentarios:

Victoria dijo...

Sigo pensando que te tiraría con una zapatilla si te tuviera cerca, como la primera vez que me leíste el cuento.
Es increible que hayas escrito tanto tocando los botoncitos de un celular, yo me hartaría después del primer borrador ._.
Me gusto mucho como lo relataste. Es algo difentente a lo que normalmente escribis pero todavía se nota que es tuyo, esos arranques que no tienen sentido como el de: "No, NO VOY A ACOSTARME CONTIGO."
Qué carajo tenía que ver?

En fin, me parece Miawro, que podríamos trabajar juntos. Cuentos piolabondi te parece?

Victoria dijo...

Ah, me olvidaba

Te amo :33 ♥