Tomar Café (Parte 1)

La sensación más parecida fue una vaca transplantada de maceta.
Poco sentido dirán ustedes; están equivocados.
Siempre lo estuvieron y lo estaremos.
Creí haberlo encontrado en los primeros pasos, siempre yéndose de un lado al otro, escurridizo como pocos peces.
Ocho años, no se suponía que lo sepa, pero a veces debés proyectar tus propios miedos, tus propias angustias en la persona que tenés más cerca.
Eso pasó conmigo.
Eso pasó con todos.
El considerarse especial es una buena forma de mentirle al público, mirá para adelante, cabeza en alto, espalda recta, que no te vayan a violar en la estación de un tren.
Acomodarse entre las diferentes mazas siempre es un problema para un pedazo de carne.
¿Cómo ubicás en un rompecabezas un pedazo de carne? Cortándolo, amoldándolo, es posible.
El tema es que perdés mucho tiempo, esfuerzo y ganas. Si en la otra vida me van a devolver lo que perdí en esta, quiero mi cambio en albahaca.
Conociéndome, teniendo ganas de adaptar un pequeño suspiro de clavel en un rosedal me complicó un poco.
¿Adiviná con quién estoy saliendo? Sería como que te tiren un balde de agua fría en una linda noche de invierno, donde dejaste al perro afuera y no sabés si ya te lo chorearon.
Herramientas de construcción, rituales paganos y ciertos favores debidos a dioses que te romperían las piernas.
De todas formas no funcionó.
Demasiado tiempo de angustia y tratando una partícula de aire como toda un alma.
Toda una vocación de susurrar al abismo a ver si el eco vuelve. Tres años de eso.
Primero, un paquete de tetas.
Después, un paquete de impaciencia.
Continuamos con la calentura.
No llegamos a nada, ¿pero que nos deparará el destino?
Pasaron muchas ovejas adelante mío, yo las confundí con trampas de un solo uso, pero ni eso.
Un ascensor.
Y yo que pensé que la escalera de Jacob iba hasta el cielo.