INTRODUCCIÓN
En una escenografía inexistente, una mujer disfrazada como una
estatua humana, un traje de la época colonial, la piel coloreada y en un estado
casi cataléptico recita.
Estatua: Es una obra de teatro en tres partes, la primera se
llamaría la tempestad. La segunda es el baile carioca.
PRIMER
ACTO: Las Sienes (The Temples)
ESCENA 1
Un departamento moderno, casi completamente vacío perteneciente a
Lenore, una mujer morocha, de complexión pequeña y pálida, vestida con una bata
dorada y pantuflas que tiene un té de ruda en sus manos escucha el timbre y
procede a abrir la puerta. Detrás de la puerta se encuentra I, un hombre de
pelo castaño, vestimenta aburrida, barba de tres días.
Luego de abrir la puerta, Lenore hace pasar a I, ambos se dirigen
a una habitación pequeña, vacía a excepción de una cama y una mesa de luz
diminuta. Hay papeles tirados en el piso, las paredes no están en buen estado,
hay una ventana tapiada y un reloj completamente parado que marca las dos de la
mañana.
Lenore deja su taza de té de ruda en la mesa de luz y procede a
meterse en la cama, tapar sus piernas con las sábanas y apoyar la espalda
contra la pared.
I se para en el medio de la habitación, mira hacia la venta y
comienza un monólogo.
I: Basta Lenore, nuestro amor es una booleana.
I saca de su bolsillo una cinta aisladora negra y una moneda que
tiene en ambos lados la misma cara. Lanza la moneda para decidir. Observa el
resultado, vuelve a meter la moneda en su bolsillo. Lenore está a punto de
hablar, I la interrumpe tapándole la boca con una cinta aisladora
I: ¿Para qué quiero escucharte?
Lenore vuelve a interrumpir sacando unos sobres de abajo de las
sábanas y alcanzándoselos a I, I los abre y confirma que se encuentran vacíos
en el interior.
I: Pará; que quiero escucharte. No tengo más para decirmentirte;
Estoy harto de tu espectro espectral espiritualista o existencialista.
Lenore entra en un estado cataléptico, mientras tanto, I realiza
diversas actividades en cámara rápida como mirar el piso, mover los brazos
descontroladamente, babear, rascar sus genitales, hacer gritos guturales o
balbucear.
Luego de unos minutos, Lenore vuelve en sí misma y mueve sus
brazos como empezando a rezar. I la observa.
I: De tus elegías de elecciones elitistas y epilépticas. No quiero
más tus ideas idealistas irreverentes perseverantes que reverberan en las
barbas de todos tus seguidores.
I agarra un durazno de un cajón de la mesa de luz y se lo
desparrama violentamente por la cara a Lenore. Al finalizar la mira durante
unos segundos y sale de la habitación.
Lenore se levanta de la cama y se dirige hacia el baño.
ESCENA 2
Un baño pequeño, desordenado, sucio, la bañadera a medio llenarse
con agua de un tinte amarillento. Un reloj colgado en la pared parado marcando
las tres y quince.
Lenore entra y se mira a ella misma en el espejo. Se pinta un
bigote con sangre menstrual y lo seca con papel higiénico. Se dirige a la
cocina.
SEGUNDO
ACTO: Il Brío Carnival
ESCENA 1
Una cocina con los muebles básicos, una estufa, una heladera y una
mesada para cortar. Un reloj en la pared clavado en las 6 pm, sin baterías
aparentemente. No hay puerta entre la cocina y el comedor, donde sólo hay una
mesa para cuatro personas con dos sillas. Sobre la mesa del comedor, múltiples
variedades de alimentos altos en azúcar como magdalenas de colores, pasteles,
helado, licuados, chocolate blanco.
Tanto I como Lenore no parecen disfrutar el festín y se dedican a
tener una pequeña charla.
I: Perdoname por no tener ganas de pedir perdón, por la misma puta
culpa de no sentir culpa. Sos muy alucinógena a veces.
Lenore: ¿Me traes un pancho? No; te compro queso y te hacés unos
sánguches. Ahora lo quiere ahorcar porque vino a las once de la mañana... Dios
mío, yo, a mí, me van a matar.
I la mira condescendientemente.
Lenore: Y lo del otro poema, de escribir "rzón" sin
"a" ¿eso por qué fue exactamente?
I: Porque no tengo "razón" y lo sé, ¿entendés? Suelo
tener un humor bastante simplista, por eso nunca me metí en política y me
gustan las rimas o los juegos de palabras, o jugos de palabras, ¿esa es buena
no?
Lenore: Si devolvés todo de a poco, sí.
I: ¿Si disolvés todo el apoyo?
Lenore: También.
Lenore se levanta de la mesa llorando y se pone a lavar los
platos. I se congela justo en el momento en el cual iba a seguir hablando.
ESCENA 2
IBIDEM ESCENA 1
I: Tengo estos chocolates para tu madre. Dice I sacando de un
bolsillo de su saco una caja en forma de corazón.
Lenore: Mi madre falleció hoy a la tarde.
I la mira boquiabierto, sin poder decir una palabra. Lenore se
sienta en una silla al lado de I.
Lenore: Recuerdo que cuando estaba estudiando medicina siempre
pasaba por una iglesia donde había un vagabundo. Era de una contextura bastante
grande, muy pasado en kilos y con una barba que le llegaba hasta los pies. Lo
veía pidiendo monedas y siendo ignorado por la muchedumbre que pasaba por la
calle. Nunca lo vi entrar en la iglesia y dudo que alguna vez se haya bañado, o
comido, o dormido. De día y de noche, siempre lo encontraba en el mismo lugar
sentado con su vaso de McDonald’s limosneando. Pasaron unos seis años
aproximadamente hasta que terminé la carrera, y el día siguiente a recibirme se
me dio por pasar de nuevo por esa esquina y darle algo. Sentía como si le
debiera algo. Como si haberme visto pasar por ahí durante seis años, todos los
días a la misma hora lo hiciese merecedor de un premio, un regalo. No tengo
idea. El punto es que fui con un sobre que adentro tenía 1000 pesos, lo
suficiente como para comprarse mucha ropa nueva y pagarse un par de comidas. Al
llegar a la iglesia me di cuenta de que el dichoso pordiosero no estaba en su
lugar habitual y me decidí a entrar al edificio. Fue una fea sorpresa. Adentro
me encuentro con un cura y un escenario bastante post apocalíptico. Escombros y
ruinas de lo que se suponía era una edificación sagrada. Le pregunté al
eclesiástico por el vagabundo y no supo qué responderme, cómo si le hubiera
estado hablando de alguien que nunca conoció. No me animé a seguir inquiriendo
y volví de una corrida hasta casa.
I: Sos una estúpida. Y te lo digo con amor.
Lenore: Me resultaría difícil creer que algo me lo decís con odio.
Lenore esboza una sonrisa y una lágrima rueda por su mejilla.
I: Creo que sí en este momento la luz del edificio se apagara, lo
único que brillaría sería tu presencia.
Lenore: Con palabras así, te prefiero como amigo.
I: Touché.
Lenore e I se ríen un momento.
I: En mi barrio había un muchacho de unos veintitrés años que
solía vestirse con una remera de nena chiquita y pasear a su perro.
Lenore: ¿Tetas?
I: No, era más bien flaco. Lo cual viene a colación con lo
siguiente…
El muchacho empezó a tener problemas con cual droga se encontrara
en su camino y esto no le cayó muy bien a su hermano, el cual lo cuidaba
normalmente. En las calles de La Paternal se empezó a extrañar, bah… hacer
extraña su presencia; los vecinos decían que estaba en rehabilitación, en una
granja o algo así. Hasta que un día lo volvimos a ver, no tenía más la remera,
pero seguía con el perro y caminaba por la calle mucho más estropeado que antes,
maloliente y tembloroso y para peor, cargando una masa de mecánico. Al parecer
el hermano lo había echado de su casa. Se lo notaba enojado, gritando
improperios y diciendo que la gente no sabía quién era él. En una esquina lo vi
sentado, gritando que nadie lo pare, que nadie lo conocía, que él era de otro
planeta, que iba a matar a su hermano y no sé qué mil cosas más; la gente se
ponía como loca y nadie entendía nada.
Lenore (interrumpiéndolo): Las manzanas se están oxidando…
I: Ya termino, ya termino... redondeando; esa noche durmió en la
calle. Y al otro día se peleó feo con el chino al lado de casa por una razón de
dudosa existencia. Para peor, lo empezó a tomar de punto.Es raro como a veces
me da ganas de ver a ese tipo de gente dos metros debajo de la tierra.
Lenore: se non è vero, è ben trovato.
I: ¿Vini, Vidi, Vinci?
Lenore: No te hagas que no te sale.
I: Tenés razón...
Lenore: ¿La excitación en masa te levanta el ánimo?
I: Me da ganas de cuestionar el pseudo síndrome de Estocolmo
controlado que se genera. Todos queremos ver como los chinos mandan a la mafia
a cagar a palos al muchacho. Pero también queremos que el muchacho haga pagar
al chino por todas las que nos hace. Estamos siendo prisioneros de una libertad
de decisión fea, y es el peor tipo de libertad ese; la que no es libre.
Lenore: Sos un tarado.
Lenore se acuesta sobre la falda de I e intenta acurrucarse en
posición fetal. I la mira y usa un tarro de miel con pico dosificador para
pintarle los labios.
Lenore: ¿Por qué hacés esto?
I: Quiero que nuestro último beso sea dulce.
Lenore: Palabras de un cliché con patas.
I besa apasionadamente a Lenore.
TERCER
ACTO: Dolo Sit Amet
ESCENA 1
Un patio desolado, un par
de baldosas rotas, pasto sin cortar y diferentes especies de bichos.
Lenore e I se encuentran caminando de la mano.
Lenore: Mirame a los ojos.
I: La primera vez que te besé, mi erección duró varias horas en el
camino de vuelta a casa.
I se tapa la cara con el brazo y sale de la escena cobardemente.
Lenore mira desconcertada. I vuelve, con los ojos vendados
sosteniendo una mariposa y le da un mordiscón a la mitad de ésta.
I: No quiero que sigamos así.
Lenore sonríe. Se acaricia el abdomen y llora.
Lenore: ¿Por qué nunca te suicidaste?
I: Vos sos la que siempre quiso ser normal. Tu normalidad es
miedo, la mía es muerte.
Lenore: Los clichés se están convirtiendo en personas.
I: Los clichés son personas.
Lenore: Touché. Decime que no me estás diciendo la verdad. Caminemos por un pato.
Lenore: Los clichés se están convirtiendo en personas.
I: Los clichés son personas.
Lenore: Touché. Decime que no me estás diciendo la verdad. Caminemos por un pato.
Todos los relojes de la casa empiezan a sonar fuertemente marcando
las 12.
TELÓN
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