Estuve todo el día metiéndome
en mis cosas. Dejando de lado todos los aspectos intelectuales o emocionales.
Intentando conectarme con mi mismo, sea lo que sea que eso signifique.
Hoy grabé unos videos
de una pareja de palomas abajo de la lluvia; una se había lastimado el ala y no
podía volar haciendo que la otra esté durante horas al lado de ella, cuidándola
del viento y otras cosas que pueden afectar la vida de una paloma. Me pareció
una situación que ameritaba ser grabada a diferencia de lo que suelo ver documentado.
En ningún momento
escuché el teléfono.
Y pasaron muchos días.
Y pensé que en
realidad era todo culpa mía, que había llevado el experimento demasiado lejos y
que, la única forma de arreglar esto era cambiando. Cambiando todo. Cambiando
mi forma de vestir, mi forma de hablar, mi forma de pensar, cambiando todo lo
que me hacía yo mismo. No había forma de que yo funcionara con ella siendo como
yo era, tenía que cambiar. Tenía que cambiar todo. Yo estaba mal.
Intenté llamando y
no respondía.
Intenté tocando el
timbre y ella no respondía.
Intenté preguntando a todos los demás y nadie decía nada.
Cambié. O intenté
cambiar.
Pasaron
aproximadamente 365 días de 24 horas cada uno. Me había olvidado bastante
acerca de ella. No recordaba su nombre.
Hasta que me tocó el
timbre.
Me saludó normalmente,
estuvimos hablando. Me dijo que ahora ella misma podía responder las preguntas
que me había hecho. Me dijo que había concluido que el amor no podía ser
algo. Me dijo que el amor significaba
poder adaptarse a todas las configuraciones de una persona. Yo no le creí.
De todas formas,
decidimos dormir juntos esa noche. Y ahora es cuando volvemos al principio de
esta historia; Estábamos atrapados en el ascensor.
De repente la puerta
se abrió.
Nos vieron.
No preguntaron.
Todo se oscureció.
No vimos más.
Aparentemente no
podíamos.
Pero por lo menos
estábamos juntos.
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