7 mar 2021

Eso que pasó

 Habían pasado doce días desde lo que había pasado.

Yo sentía la inexcusable sensación de que de alguna manera iba a caer parado.

Pero el resto del pueblo era otra historia.

Algunos cayeron muy rápido. El nivel de duda fue una especie de veneno para su psiquis. Un solo mordisco plantó una semilla que creció de manera sobre acelerada.

No pudieron soportarlo. Siempre en tiempos desparejos. Era imposible ver un patrón. Era imposible saber qué lo había generado. Era imposible saber.


Un pueblo tranquilo, con sus propios proyectos, sus propios problemas. Pero con una inocencia intrínseca.

El compromiso con los vecinos, la familia, Dios para algunos y como síntesis las ganas de ser feliz.

Conformándose con lo simple, no buscando más allá.

Quizás el problema fue justamente no buscar el más allá y dejar que el más allá nos busque.


Sin darle tantas vueltas; un día simplemente pasó. Y nunca nada fue igual, ni es igual hoy.

Doce días después.


¿Lo único seguro? Todos lo sintieron.

¿Qué sintieron? Ahí se pone un poco más complicada la cosa.


Tito el granjero te puede jurar por sus ovejas y su ovejero alemán que él vio como un hombre vestido de traje bajaba del cerro y todo se iba enfriando a su alrededor.

El problema es que, en ese mismo momento, Pepito, que estaba con Tito compartiendo unos mates no vio a ningún hombre. No sintió el frío.

Pepito vio una luz.


En la otra punta del pueblo, Don Pancho en su puesto de panchos, sintió como el agua de sus panchos empezaba a hervir fuertemente, sin tener el gas prendido.

También fue una sorpresa para Juancito, que justo se estaba comiendo una medialuna con jamón y queso. La medialuna tenía gusto a churro.


Eliseo se quedó ciego esa misma tarde. Según él "nunca le gustó mirar" y ahora tiene prioridad para subirse al barco. Pescar si le gusta.

Arquímedes si vio algo; un oso de cinco patas. Todas de diferente tamaño. "Por suerte no me atacó" pero perdió el equilibrio.

Doña Rita no tuvo tanta suerte. Se llenó de moretones en los pies y nunca más pudo montar una crema. Dice que desde que pasó lo intento muchas veces pero siempre se le cortan. Cosa e mandinga.


Rudito no duerme. Escucha un zumbido constantemente. Antes tampoco dormía. Para mí es una excusa para tener algo para contar.

A Dulcinea no le dan las cuentas. Ni con calculadora. Y no es culpa de ella. Nos lo demostró; si ella pone 2 + 2 la calculadora le dice que da 5. A mí me da 3 como al resto del pueblo.


Tuni está contenta, no para de correr y de reírse. Bajó como 15kg que no podía bajar desde hace un montón.

El Serpo tuvo un aumento impresionante en sus ventas. Él desconfía siempre. Está seguro que en cualquier momento va a explotar todo.


Para la familia y para mí fueron otras cosas. 

Danita sintió una picazón en los dientes. Molesta pero tolerable.

Guillermina dice que la casa está al revés.  Que para ella el baño estaba al frente a la izquierda, cuando obviamente está al fondo y a la derecha.

Kiki dice que no lo tratamos "bien" desde hace doce días. Y Kiki no sé equivoca.

Eso es verdad, todos estamos de acuerdo. Pero es por otra cosa, no tuvo nada que ver lo que pasó con SUS desconsideraciones. Igualmente, preferimos que piense que fue eso.


El punto es que después de que pasó la gente empezó a hablar.

Nadie lo podía creer y nadie quería creerlo tampoco.

Todos con historias diferentes.

Y ese fue el problema para mí, mucho peor que lo que pasó.

Los habituales de la cantina fueron los primeros en llevarlo al extremo.

La discusión escaló muy rápido y terminó con varios heridos en el hospital. Incluyendo obviamente al dueño. Él siempre fue bastante metepúa.


Otro incidente fue en un transporte por una zona rural. Algunos peones exigían bajarse por la calor y uno sacó un facón. No sé bien que es un facón, pero tres heridos.


Cada un día o varios días. A veces en la misma mañana iban cayendo más caras conocidas al hospital. Los médicos no tenían ni idea. Literalmente se les derretía el cerebro por la duda.

Unos revivían. Algunos con ganas de consumir carne humana. La mayoría no.


Hubo un aumento desmesurado de pedidos de embalsamado de animales, personas y momias en general.

Cierta gente sentía que podía hablar con los espíritus y que era necesario volver a embalsamarlos para calmar sus angustias.


Otros tuvieron que re aprender el idioma y eso causó mucha gracia, pero principalmente peleas. Gente confundiendo palabras, letras y códigos postales. El correo un desastre.


Un día nos levantamos y por decisión del gobernador, el día del suceso no era un día; lo habían cancelado.

Pasamos de un viernes a un domingo derecho. Y eso claramente que causó protestas porque todos queríamos el sábado para ir a la laguna.

Todos los diarios, todo lo que todos dábamos por sentado se complicó.

Tuvieron que inventarse un nuevo huso horario para excusar la falta del día de por medio y reimprimir todas las agendas y calendarios de ese año. 

Pasar casa por casa, toda una maniobra gigante de logística. 

Todas las imprentas se fundieron.


Eventualmente se inculpó a un grupo de nenes por un sacrificio a un dios antiguo que había tomado lugar unos cuantos años antes del acontecimiento.

Cuando encontraron a los nenes todos ya eran mayores de 80 años y ninguno recordaba el suceso. 

Incluso el dios antiguo gigante estaba ahí, viviendo con ellos, preparando tortas fritas en un anafe chiquitito.

A los nenes no los pudieron penalizar por falta de correlación. 

Al dios antiguo tampoco.


Yo me dedicaba cada día a ir juntando recortes del diario y a ir armando la cronología de los sucesos que sí eran tangibles.

Intentando encontrar algo de sentido.

Algo que me haga sentir menos perdido en este mar de entropía.


No soy el único que lo estaba investigando (o quizás sí).

Soñaba cada día con tener una mínima punta.

Algo que me haga sentir como que estoy aunque sea encaminado en saber que es lo que pasó. Si algo pasó. Por qué pasó. Quien lo hizo.


Un día soñé que me encontraba con una luz. Al acercarme tenía aspecto humanoide, pero ninguna característica discernible. Se escuchaba como una aceituna. Tenía olor a luz. Tenía el carisma y la sequedad de un río de estática.

Cuando empezó a hablar noté que tenía un enano adentro y me desperté.


Hoy empecé a perder las esperanzas.

Después de doce días y con un 67% menos de población. No tengo nada que se pueda percibir.


Tengo una casa llena de recortes. Una libreta llena de apuntes. Y unos vecinos que planean matar a todos los que no hayan visto, sentido o entendido lo mismo que ellos.


Una vez de que termine de escribir esto, voy a salir a enfrentar mí futuro.

Con todos mis hermanos decidimos quedarnos en casa, encerrados.


Pasaron unos días y finalmente lo echamos a Kiki por estar en desacuerdo con lo que pasó.

En realidad lo echamos porque es insoportable. Pero bueno.


Danita se fue por si sola a los dos días en búsqueda de un odontólogo. Asumimos que lo encontró y se quedó allá. En algún otro pueblo con niveles menores de incertidumbre.


Guillermina estuvo varios días buscando la puerta de salida hasta que se logró ir.


Yo me quedé unos días más.

Hasta que me quedé sin comida. Y se me empezaron a caer las uñas por falta de calcio.


Me empecé a acordar de la regla de 7. Siete minutos sin aire, que en realidad son diez. Siete horas sin agua, que en realidad son tres días, y siete días sin comida, que en realidad son dos meses mientras tengas agua. Más de eso es complicado.


Según mis anotaciones, pasaron trece días y hoy puedo decir que no pude enfrentar al futuro.

El futuro es una mentira.

Mí única obsesión todo este tiempo fue buscarle un sentido a esto. Y hoy me siento derrotado.


La gota que colmó el vaso fue hace una hora, cuando salí.

No había absolutamente nadie afuera.


El pueblo estaba completamente desierto. Ya no había nadie con quién discutir siquiera.

Nadie preparado para intentar romperme la cabeza.


Revisé todas las casas cerca de casa. Vacías.

La proveeduría, completamente vacía.

Los autos, con el tanque vacío.

Los caballos, sin las patas.

La plaza vacía. Sin pasto.

Y decidí volver para casa. Si es mí final, el capitán muere con el barco.


Empecé a caminar lentamente para la casa, a revisar todos y cada uno de los recovecos del terreno.

Lo que más me llamo la atención es que tampoco habían animales.

Ni bichos. Plantas menos.


Completamente desconcertado. Empecé a gritar. A descargarme.

Y me golpeó un zapato en el hombro.


Me di vuelta y lo vi: todo el pueblo estaba adentro de mí casa.

Todos y cada uno. Los vivos y los muertos. Los dioses y los demonios. Hasta el boludo de Kiki.


Corrí para entrar en la casa y estaba vacía.

Salgo.

Doy un paso.

La casa se vuelve a llenar de gente.

...

Doy otro paso.

En la casa hay más gente.

Cada vez que me alejo, cada vez que doy un paso.

La casa se llena más y más. Rebosa de gente.

Las paredes se empiezan a destruir.


Un miedo me inunda. Y siento alivio.

Después de tanto tiempo, me alivia sentir otra cosa además de duda. O eso creo.

La casa parece estar a punto de implosionar.


Camino y corro hasta el cerro.

Veo de lejos como la casa se va desgarrando. 

El techo empieza a volar por los aires mientras cada vez más y más gente estaba aplastada contra las ventanas. 

No hay más espacio.

Siento la asfixia.

Miro al precipicio.


Sin dudarlo más, salto y siento el último crunch.


Abro los ojos y empiezo a llorar, cuando me doy cuenta.

Caí parado sobre una pila de 7 mil millones de humanos en el lugar donde estaba mí casa.


Entre ellos estoy yo mismo. Yo leí esto.

Yo lo causé.

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