“Siento que te estás
burlando de mí. No hay forma en la que puedas justificar tu falta de
consideración por sobre cómo me siento.
No entiendo qué es lo
que esperabas de mí, apareciendo 2 días después a nuestra segunda cita; ¡se
supone que era algo importante! No podemos empezar esta relación, la primer
relación en mucho, mucho tiempo de ésta manera. No lo puedo creer. No voy a
seguir con esto.”
A me grito muchas
cosas, pero creo que la síntesis del griterío fue esta de ahí arriba. Yo estaba
yendo en contra no solo de lo que ella esperaba, sino también de todo el
protocolo que habíamos vuelto a fundar entre los dos. Iba a ser la primera
relación en el mundo y tenía que ser perfecta. Ella había leído mucho más que
yo y sabía exactamente cómo era una relación perfecta. Era mi deber cumplir con
esto. Así que le propuse lo siguiente: A, creo que en vista de lo que acaba de
pasar, no tenemos otra opción que reiniciar nuestro experimento y empezar de
cero. A asintió y dijo que era la única forma en la que podría dejar de estar “enojada”.
Acordamos que ese
mismo día ella iba a intentar suicidarse tirándose desde un puente, yo debería
pasar por ahí sosteniendo unos libros, tropezarme y dejar que se caigan para
encontrarla a ella llorando a punto de saltar. Además, se nos ocurrió poner una
hora y un lugar exactos para que el problema de la impuntualidad no sea un
problema, sino algo convenido entre los dos.
Yo llegué, tropecé con
una piedra y dejé caer mis libros y escuché un llanto. Era la primera vez que escuchaba
un llanto así que no tenía idea de cómo sonaba un llanto en la vida real.
Intenté guiarme por lo que parecía una voz humana intermitente entre notas de
frecuencia alta y una respiración agitada y la vi, agarrada con los brazos detrás
de la espalda, a punto de saltar hacia el mar.
Le grité “Por favor, ¡no
te tires! ¡tenés mucho por lo que vivir!”, ella me miró y me dijo “No tiene
sentido, nada tiene sentido, la vida es una mentira atrás de la otra, nadie me
quiso ni nadie me va a querer, ¡nunca!”.
Yo me trepé por el
borde del puente y justo en el momento en el que ella estaba por caer a su
muerte la agarré de la cintura y la pude subir de nuevo a un punto firme.
Desgraciadamente, el experimento se fue de las manos; empezó a llover muy
fuerte y cayó granizó que nos empujó y ambos dos caímos al mar.
Mi próximo recuerdo es
el de amanecer en la playa, con un gran dolor óseo y con “miedo”. Empecé a
correr por la arena, buscando fuerzas en mí hasta que la encontré tirada y
desmayada. Intenté soplar dentro de su boca lo más fuerte que pude; ella empezó
a toser y abrió los ojos. Me miró y sonrió. Yo también sonreí.
Decidí que lo más
coherente era que nos vayamos de ese lugar, hacía mucho “frío” y la situación
podría empeorar. Improvisé una especie de carro y la llevé hasta mi
departamento.
Ahí la acosté y la
dejé dormir, me di una ducha y volví a releer algunos libros.
Cuando ella se
despertó me agradeció por haberla salvado, me pidió usar el baño para darse una
ducha y me preguntó si me volvería a ver. Yo le dije que sí, que deberíamos
vernos en tres días, a las 4:30 pm en el café donde transcurrió nuestra primera
“cita”. Ella asintió y se dio una ducha.
Se retiró de mi
departamento después de saludarme de una forma bastante seca (la toalla le
había sacado todo el exceso de agua sobre la piel) y yo me quedé mirando el
techo durante tres días hasta las 4:30 pm.
Esta vez la reunión en
el café fue incluso mejor que la primera, nos pudimos mirar a los ojos,
agarrarnos de las manos y hasta probamos “reír”. Se sintió bastante “bien”.
Ella me comentó que la
razón por la cual se había sentido “mal” y había querido suicidarse era porque
así lo habíamos planeado y que realmente estar viva o no, no importaba mucho.
En este momento yo le
dije que la única razón por la cual hablábamos era porque el otro respondía,
ella me miró y sonrió. Al parecer esto era humorístico.
Terminamos nuestro
café y fuimos a un parque directamente (no dos días después) con la ventaja de
seguir juntos a una distancia despreciable (menos de medio metro) hasta que
llegamos.
En el parque vimos
muchos “gatos” y los acariciamos. Los gatos hacían prr. Hubo momentos en los
que la cara de A se acercaba bastante a la mía pero nada más que eso pasaba.
Decidimos mirar una
fuente y A empezó a decir:
-
Acabo de
contemplar una fuente de agua durante once minutos y tuvo sentido que haya
solamente un número finito de veces en la que podés decir una simple frase como
“Gracias”. Después de esto A baja el volumen de su voz
-
No tiene
sentido - Le respondo.
Las gotas estaban creando estos maravillosos, impropios, infinitos patrones, salpicando en contra del sucio cadáver de lo que solían ser y… - parando para respirar- ciertamente hay algo muy malo acerca de la forma en la que medimos el tiempo.
Asiento con la cabeza.
Las gotas estaban creando estos maravillosos, impropios, infinitos patrones, salpicando en contra del sucio cadáver de lo que solían ser y… - parando para respirar- ciertamente hay algo muy malo acerca de la forma en la que medimos el tiempo.
Asiento con la cabeza.
-
De hecho,
hay algo mal acerca de todo lo que medimos, acerca de la manera en la que
conceptualizamos e intentamos que todo siga una especie de patrón geométrico.
Estamos inspirados por la naturaleza para hacer exactamente lo opuesto. Culpá a
la forma de pensar tribal, imposiciones sociales, libre albedrío y todo, ¿no?
Creo que no tanto. ¡Que se vayan a la mierda!
En ese punto salimos
un poco del protocolo, no es tan fácil seguirlo. Aunque de cierta forma, esto
ayudo a que la distancia entre nuestros cuerpos sea menor.
Decidí acompañarla a
su casa y en todo el trayecto nuestras manos iban agarradas juntas. Hasta que
llegamos a la puerta y la miré a los ojos. Ella me miró a mí. Yo le di un
pequeño papel con mi número de teléfono. Presioné mis labios contra los de
ella.
Ella sonrió al revés.
Yo caminé hasta mi departamento.
Solamente al llegar
escucho el sonido del teléfono.
-
Hola,
¿Quién es?
-
Hola, soy
A, llevo una hora y media llamándote desde que llegué a casa
-
Perdón A,
recién llego a la mía y no había forma física de responderte, mis brazos no se
extienden tanto.
-
Está bien,
yo calculé mal el tiempo.
-
Es
posible, es la primera vez en la vida que alguien me llama por teléfono de
todas formas
-
Sí, es la
primera vez en la vida en que yo llamo a alguien por teléfono también.
-
Está bien,
no creo que haya problema.
-
En
realidad sí hay un problema
-
¿Con qué
exactamente?
-
El beso
después de nuestra cita
-
No
entiendo por qué hay un problema con eso; solamente fue un beso.
-
¡Mentira! ¡No
fue solo un beso! Significó algo, ese momento. Estábamos los dós solos y vos me
besaste, en mi puerta. ¿Cómo le explicaríamos esto a cualquier persona? Nadie
además de nosotros sabe lo que es una relación. Se asustarían, nos matarían o nos
meterían en la cárcel, esto no puede pasar. Nunca más.
-
Supongo
que no lo pude ver de esa forma en ese momento, simplemente me dejé llevar por
el momento y por lo que entiendo de las relaciones y las emociones. El momento
era justo, teníamos que darnos un beso en ese momento. Yo te había salvado de
ahogarte.
-
En
realidad vos no me salvaste para nada, nos caímos juntos al mar, y eso nunca
hubiera pasado si vos no me intentabas salvar en el primer lugar. Todo por este
experimento de mierda, vos sos un pelotudo de mierda y arruinaste todo
-
¡No fue mi
culpa, los dos queríamos hacer esto! ¡Queríamos ver cómo era tener una
relación! Queríamos probar cómo se sentía no seguir con la misma vida de
siempre.
-
Todo iba a
estar bien, todo iba a funcionar perfectamente y vos lo arruinaste
-
Está bien,
tenés razón; yo lo arruiné.
-
Te “odio”.
Después de esto, A
cortó el teléfono. Yo me quedé mirando al techo durante unos días, o semanas
-al no haber puesto un límite de tiempo para nuestra próxima interacción,
controlar el tiempo no tenía mucho sentido- hasta que sonó el timbre del departamento.
Pregunté por el portero
eléctrico quién era y qué quería. Me respondió que era A y que quería
disculparse.
Bajé por el ascensor y
la fui a buscar. Ella sonreía y yo sonreí. Al entrar ambos dos al departamento
ella apagó la luz y me besó. Llorando me dijo que no quería que volvamos a
pelear.
Le dije que no me importaba,
que en la ausencia de ella había estado con otras personas, a pesar de que esto
no era real en lo más mínimo.
Su cara cambió de
expresión muy rápidamente.
“Sos un machista de
mierda, lo único que te importa es besar otras personas”. La abracé y la callé
con un beso. Ella lo siguió.
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