24 jul 2021

Curso de reparación de PC

Esta semana empecé un curso de reparación de PC.
La verdad que fui con pocas expectativas porque ya estoy en un momento de la vida en el que me cuesta realmente tener expectativas en las cosas.

Intento no culpar a la gente, pero supongo que a esta altura ya es un rasgo de mi personalidad el no poder confiar en nadie ni en nada.

Recuerdo momentos en los que hacer cosas simplemente porque podía me resultaba muy interesante. Como cuando de chico por una apuesta logré ser abanderado en menos de 5 días. O como cuando más grande logré conquistar a 7 chicas en la misma semana. Sólo porque podía.

Las cosas en el almacén no iban bien y esto me pareció una buena idea para hacer uso del galpón.

Me acuerdo cuando acompañaba a mi vieja y me llamaban la atención esos locales de reparación de electrodomésticos repletos hasta arriba de cosas. Teles desarmadas, motores de viejos lavarropas. Placas electrónicas de radios y un olor particular a polvo y abandono.

Intentando que mi cerebro genere algo de esa dulce oxitocina por la satisfacción del pasado o algo así, me tiré de lleno a este curso de reparación de PC.
El poster me llamó mucho la atención: Un diseño muy escueto con un copy que rezaba: “Curso de reparación de PC: Aprenda a solucionar CUALQUIER tipo de problema.” y unos datos de contacto. Nada más. Ni una foto de una pc.
Me contacté con el anunciante y me di cuenta de que el curso se dictaba en la misma cuadra donde yo tenía el almacén.El arancel era bastante alto, pero sólo se pagaba una vez finalizado el curso, así que buenísimo; no tenía nada que perder salvo tiempo.

Cuando llegué el primer día me encontré con una clase bastante normal. Todos alumnos bastante normales. Un aula bastante normal… hasta que llegó el profesor.
El profesor tenía pinta de haber sido un hippie toda su vida. Pelo largo, barba larga, vestido con chomba amarilla, pantalones claros y ojotas; no daba mucho la pauta de saber de computadoras. Tenía una voz finita, como si tuviera más de 80 años, pero se notaba que no pasaba de los 40. Era flaco y muy alto. Con los ojos medio entrecerrados

La primera clase fue bastante… normal, para mí.
Vimos las partes que componían la computadora, un poco información básica acerca de cómo el procesador hace cálculos, unidades de almacenamiento, instrucciones básicas y poco más. Bien.

La siguiente clase fue rara; ya la mitad del curso no había venido. El profesor continuó como si nada y nos siguió explicando. Estructuras de datos, bases del software, errores de capa 8, BIOS, boot, manejo básico de DOS. Esto iba bastante rápido.


La tercera clase representaba ya solamente un cuarto de la asistencia a la primera. El profesor seguía: diferentes sistemas operativos, comandos de la consola en sistemas Unix, formateo de disco rígido e instalación de Windows, variables de entorno, protocolos de transferencia de datos, programación en lenguaje máquina, lenguajes de bajo, medio, alto y altísimo nivel, lenguajes de etiquetas, computadoras virtuales y aplicaciones dockerizadas, base de datos relacionales y no relacionales, diseño gráfico orientado al usuario y a la experiencia de ese usuario, arquitectura de software, lógica de negocios, seguridad, cracking, hacking ético y no ético. Modelado 3D, texturizado con materiales PBR, animación por keyframe, MOCAP, realidad virtual, realidad aumentada, edición de videos, edición de fotos, vectores 2d, 3d, cuaterniones, motion graphics, testeo automatizado y manual, devops, software como servicio, encriptación, ransomware, troyanos, backdoors, json web tokens y muchísimas cosas más que realmente ni llegué a escribir por la velocidad a la que iba la explicación. Antes de irme miré por mis alrededores y quedamos solo el profesor y yo. Todo el resto de la clase se había ido.

Llegué a casa esa noche con la cabeza adolorida de tantos conceptos. Intentaba dormir pero mi mente solo podía enfocarse en computadoras. Lo que hace que las computadoras funcionen, la manera en que funcionan las computadoras y cómo funcionan las computadoras.

Me acordé de cuando a los diez años, en unas vacaciones en la costa, en la era pre smartphone, me llevé uno de esos Tetris portátiles y no paraba de jugar. Después de cinco días de jugar sin parar, ya no necesitaba la máquina: cerraba los ojos y mi cerebro jugaba al Tetris. Veía cómo se generaban las piezas y las intentaba posicionar.

Al otro día fui a la cuarta clase. Ningún otro alumno se presentó. Estaba yo solo con el profesor hippie. El profesor me miró y me dijo: “Las primeras tres clases cubrieron todo lo necesario para entender una computadora y los errores más comunes que una computadora puede presentar...ahora vamos a enfocarnos en los menos comunes...”
Algo en esa frase se sintió incómodo, hasta perverso incluso. Me daba miedo lo que sea a lo que se refería con ‘menos comunes’. Lo dijo de una manera rara…
y siguió: “Por ejemplo, ¿qué hacemos si nos entregan para arreglar una computadora que está prendida fuego y además no funciona bien el mouse?... no pensé que esta pregunta fuese en serio pero con miedo respondí: “Hm… usar un extintor y apagarla?”.
“Depende” respondió el profesor. “No sabemos qué originó el fuego, entonces no sería lo mismo utilizar un extintor para fuegos de combustible eléctrico, gaseoso, nafta, plásticos, magnesio o aluminio en polvo. Sería peligroso actuar sin tener ese dato. Una vez que solucionemos eso podemos limpiar el láser del mouse”.

En ese punto me sentí insultado; se aprovechó de mi inocencia como cuando te hacen ese acertijo de responder rápido “¿Cuánto es uno más uno? ¡DOS! ¿De qué color es el cielo? ¡AZUL! ¿Qué toma la vaca? ¡LECHE!... momento...” y ahí nos dimos cuenta de que en realidad la vaca toma agua y para ese momento ya se nos cagaron de risa.

A pesar de esto quise darle el beneficio de la duda y lo dejé seguir explicando sus casos poco comunes: “¿Qué hacemos si nos traen una computadora que en su interior tiene una ojiva nuclear y además no entra a Windows?”. No respondí. Miré para los costados como buscando alguien más que me saque de esta situación incómoda. Nada.
“Es muy poco probable que podamos desactivar la bomba nosotros…” continuó. “Lo ideal sería que escapemos hacia un bunker o busquemos una habitación subterránea y roguemos porque las paredes nos protejan de la inicial “lluvia de radiación”, la cual dura aproximadamente unas 48 horas. Después de esas 48 horas podemos proceder a formatear e instalar Windows”.

La clase siguió por unas cuantas horas más donde vimos, entre otras cosas: que hacer con una notebook que cayó en una bañadera de ácido y todavía se encuentra ahí (y la pantalla está un poco rayada), qué hacer con una mac la cual no permite la modificación de archivos en un USB formateado en NTFS y además está siendo usada como evidencia en una investigación por asesinato? ¿Cómo solucionaremos el problema con unos parlantes que reproducen sonido con fritura pero que deben ser usados al mismo tiempo que se fríen cosas en una sartén?

La agonía existencial me invadía pero en este punto ya no podía volver atrás. Sentía que estaba muy cerca de poder reparar cualquier problema de PC que encuentre. Muy cerca. Quizás no tanto.

En un momento me di cuenta que ya no sabía cuánto tiempo había pasado.
Aparentemente, la clase se siguió extendiendo hasta los confines del conocimiento de la humanidad hasta ese momento, y claramente a todo lo que todavía no había sido descubierto ni inventado, absolutamente todos los problemas comunes y poco comunes habían sido explorados.

El profesor me avisó que la clase terminó, salí del aula y el tiempo no existía más.
Las PCs no existían más.

Puta madre, me bailó sabroso.

No hay comentarios.: