12 oct 2021

Problemas especiales - parte 1

 Había una vez, una ciudad con muchos problemas. Más problemas de los normales para una ciudad de ese tamaño. Demasiados problemas.

Todo era problemático en su propia forma y cada problema en si podría ser explicado como una lista de problemas normalmente más grandes que el problema principal.

Un día nació un problema nuevo en forma  humanoide. Una chica, posiblemente, con unos cuantos problemas en el corazón.

Los médicos tuvieron que operarla, pero como justo ese día no estaba el anestesiólogo, alguien equivocadamente le dio un líquido extraño a la bebé.

Ese líquido extraño empezó a envenenarla, pero para bien en vez de mal. O eso creían.

Después de una semana, tanto la chica llamada Emma como su madre salieron del hospital.

Durante su niñez sus padres empezaron a notar en su hija habilidades particulares, habilidades especiales.

Su hija podía estar horas jugando sin dormir, aprendía a una velocidad inexplicable cosas que a otros nenes les costaban mucho más. Era una chica muy especial. No demasiado especial, porque tenía otros problemas, pero lo suficientemente especial como para ser considerada especial.

No en el mal sentido de especial, tampoco en el bueno. Simplemente era especial.

Para evitar que sea demasiado especial, sus padres decidieron llevarla a un colegio normal. Y la nena disfrutó mucho poder compartir tiempo y espacio con otros nenes. Algunos también eran especiales, pero no tenían habilidades especiales como ella. Ella tenía habilidades únicas, poco comunes, genéricas.

Ella descubrió a los siete años que podía ver a través de las paredes. A los nueve descubrió que podía escuchar lo que pasaba a kilómetros de dónde se encontraba. A los once descubrió que tenía una fuerza equiparable a veinte adultos mayores. A los trece descubrió que no le gustaba el pomelo.

Al cumplir los quince años unos hombres del gobierno se hicieron eco de sus habilidades especiales y decidieron dar una visita a su casa.

Sus padres estaban muy conflictuados con la situación. Estaban agradecidos a la suerte, Dios y el destino por haber tenido como hija una chica tan especial, pero temían por lo que eso podía llegar a significar.

Los hombres del gobierno le preguntaron a Emma si le interesaba formar parte de unos experimentos para medir sus habilidades. Ella los mandó al carajo.

Emma siguió su vida como una adolescente especial normal, sólo utilizando sus poderes para divertir a su familia y amigos en las fiestas. Para impresionar a algún pretendiente o para evitar comer pomelo.

Al cumplir los veintiún años, los hombres del gobierno volvieron a tocar su puerta. La ciudad se encontraba en problemas. Más problemas de los habituales. Emma era la única que podía ayudarlos.

Emma los mandó al carajo nuevamente, pero cuando vio a uno de esos hombres de dos metros vestidos de negro derramar una lágrima, recapacitó.

- Es un tipo común. - dijo Emma.

Está vestido de negro, mide dos metros, tiene armas a su disposición, una gran musculatura y una fuerza superior a la media. Pero sigue siendo un tipo común. Si quiero lo recontra re cago a trompadas y soy una minita. Pensó Emma en voz alta.

El hombre de dos metros vestido de negro empezó a llorar descontroladamente.

- Dale, vamos. - afirmó Emma.

Emma y el hombre de dos metros vestido de cuero negro fueron al centro de la ciudad. Una turba iracunda quería destituir a los gobernadores democráticamente elegidos.

- ¿Qué se supone que haga? - dijo Emma

- Usar tu habilidad especial - replicó el hombre caucásico de dos metros vestido de cuero negro.

Emma no sabía bien qué hacer. Por un lado entendía los reclamos del pueblo, pero por el otro, al ser criada en una educación normal tenía un lado sensible por las elecciones democráticas. Por lo que decidió ayudar al gobierno. Ellos habían pedido ayuda primero.

Emmma caminó por la multitud y logró encontrar al lider de la turba, era un hombre trans que reclamaba por sus derechos, como cientas otras de personas ese día en la plaza del centro de la ciudad.

- Entiendo tu reclamo. - dijo Emmma

Pero no era lo único que Ema iba a decir ni hacer ese día.

Con su fuerza incontrolable empezó a soplar muy muy fuerte y eso alejó a todos los integrantes de la turba iracunda del monumento en la plaza del centro de la ciudad.

En el noticiero todos hablaban de Emma, y cómo su acto de heroísmo fue muy criticado por la sociedad. Emma no sabía qué hacer.

Volvió a su casa y se puso a llorar abajo de una mesa.

Pasó una semana y Emma no se sentía mejor.

Mientras se hacía un té con pétalos de rosas, un nuevo hombre del gobierno le tocó la puerta. Ella ya conocía de que se trataba. O más o menos.

- Dale, vamos. - especuló Ema.

Al llegar era una especie de choza en el medio de la parte cara de la ciudad.

Emma entró y se encontró con el peor enemigo de la ciudad. El causante de (muchos) de sus problemas.

Era una gelatina arriba de una tabla de madera.

Emma se puso un poco incómoda.

- Ehm, disculpá que lo pregunte así... pero... - dijo Ema, dudando

- Ya sé lo que vas a preguntar, respondió amablemente la gelatina medio derretida arriba de una tabla de madera

- Sí, soy esto, qué sé yo. Yo no pedí ser así. Pero tampoco me arrepiento. O sea les estoy rompiendo todo a una ciudad entera y soy una gelatina descolorida medio derretida arriba de una tabla, no sé, vos fijate.

- Bueno pero...qué onda? tenemos que pelear? dijo Emma más confundida que nunca

- Supongo que viniste para esto así que sí. Vení que nos cagamos a palos. - respondió enérgicamente la gelatina.

La mítica pelea entre Emmmma y la gelatina duró unos míseros dos segundos. Ema la hizo mierda. O sea era una gelatina.

Al salir de la choza toda la ciudad festejó por el asesinato doloso de la gelatina, o casi todos, porque los familiares de la gelatina no estaban muy contentos.




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